Cuando las Cien Fuentes fueron construidas su belleza era otra y la impresión que provocaban era muy distinta.
Los resplandecientes mármoles, las aguas prepotentes, las esculturas íntegras, todo contribuía a suscitar agradables sensaciones de fasto, de refinamiento y de arte.
Hoy ya no es así: los mármoles corroídos y las aguas trémulas muestran las huellas del tiempo transcurrido.
Las Cien Fuentes flanquean un largo paseo rectilíneo que desde la Rometta lleva a la Fuente del Oval.
El agua brota desde tres larguísimos canales paralelos, dispuestos en tres niveles diferentes, que constituyen un único juego hidráulico.
Encima del canal más alto fueron colocadas esculturas de lirios, obeliscos, naves y águilas, es decir los tradicionales símbolos por los que el Cardenal sentía un apego especial: los lirios de la inolvidable Francia, los signos de la barca de San Pedro y el nunca alcanzado poder papal, y los emblemas heráldicos de la Casa d'Este. A lo largo de toda la pared de mármol que divide el primer canal del segundo, aparecen episodios historiados de la “Metamorfosis” de Ovidio.
El visitante se sorprenderá por todas las cosas bellas que verá antes de terminar la visita a la Villa d'Este, pero en ningún otro lugar de la misma Villa podrá encontrar la atmósfera, el atractivo y el particular encanto de las Cien Fuentes.
Aquí desde siempre los tiburtinos veneran a "su" Virgen, la Virgen de Quintiliolo.
El parque, a los pies de la acrópolis, fue construido en el 1834...
Situado acerca del supuesto Templo de la Sibila Albunea...
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