La entrada a Villa Adriana se abre en un murallón que mide casi nueve metros de alto, el único lado que ha quedado intacto del recinto original, que completado con pórticos sobre ambos lados, delimitaba un amplísimo espacio rectangular de 232 x 97 metros, en cuyo centro se ha restaurado el estanque original. Debía tratarse del Pecile, del nombre del pórtico policromado de Atenas (Stoà Poikile de Atenas) que había suscitado gran admiración en Adriano.
Algunas observaciones nos dejarán apreciar las razones escenográficas, panorámicas y climáticas que han regulado sabiamente la realización de estos amplios pórticos, cuyo doble orden, de ésta y de la otra parte del muro original, ofrecía la mejor condición climática para un saludable paseo de tarde, por el lado norte durante el verano y por el lado sur durante el invierno.
La escenografía se evidencia en el lado menor cóncavo, a la derecha de quien entra, calculadamente abierto sobre el amplio panorama de la campiña romana. La poderosa construcción de sujeción de cuatro pisos, necesaria a causa de los desniveles sobre los que apoya la explanada del Pecile, presenta numerosas pequeñas habitaciones abovedadas, posiblemente celdillas para los esclavos, denominada Cento Camerelle (Cien Cuartitos). El área, conectada por escaleras a la sala de los Filósofos y el Teatro marítimo de un lado, y al Ninfeo/stadio por el otro, fue pensada como un lugar "aislado", ideal para la meditación, puesto que los altos muros que la encerraron impedían la vista por los demás de la villa.
Aquí desde siempre los tiburtinos veneran a "su" Virgen, la Virgen de Quintiliolo.
El parque, a los pies de la acrópolis, fue construido en el 1834...
Situado acerca del supuesto Templo de la Sibila Albunea...
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